La Democracia es
una forma de paz civil que se da entre dos hechos militares de relevancia para
una sociedad. Puede que se prolongue por un tiempo, de modo que aparezca que
somos los civiles los que conducen los cambios en la sociedad, pero las bases
de la misma se sientan en el machismo trastocado occidentalmente por el
cristianismo, el derecho romano y la filosofía griega, que caló hondo en la
casta uniformada chilena.
Así las cosas,
es la fuerza, los Hechos, los que se han impuesto históricamente por sobre el
Derecho. Hoy no es la fuerza militar la que se ha tomado las instancias
institucionales que gobiernan el país, sino la Doctrina del Derecho Penal del
Enemigo, planteada por Gunter Jakobs, en el texto del mismo nombre, en que
concibe al derecho penal y las leyes penales como factores clasificadores de personas,
de modo que en la sociedad existen dos tipos de personas: ciudadanos y los
delincuentes. Ésta ideología, aunque parezca lejana, se refleja hoy en las
propuestas legales del Ministro del Interior Rodrigo Hinzpeter y en los dichos
del Presidente de la República Sebastián Piñera. Ambos han dicho que la
ciudadanía debe combatir a los delincuentes, situando a unos, los ciudadanos,
con todos los derechos a su favor y la protección que eso supone, y por otro
lado, sitúa a los delincuentes, que hoy somos todos los que estamos
disconformes con la paz social que se nos impuso ilegítimamente a través del
sistema institucional de la Constitución Política de la República de 1980. Somos
delincuentes cuando salimos a las calles “irrumpiendo el orden” y “la paz social”,
y claro, lo somos cuando nos damos cuenta de que tal paz social no existe sino
para algún sector minoritario de la sociedad chilena, la más pudiente, la
con mayores ingresos, esa que puede acceder a educación, salud, vivienda y
previsión fácilmente; mientras tanto, los que no, seguiremos en las calles,
siendo delincuentes.
Atentamente,
Cristóbal
Orellana Osorio
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