martes, 28 de mayo de 2013

Efecto Tunick



Ya han pasado diez años de la visita del autodenominado artista visual Spencer Tunick a nuestro país, visita que marco un antes y un después en Chile.

Corría una gélida mañana el 2 de Junio del 2002, cuando aun todo era una incertidumbre para los organizadores del evento y para el propio Tunick. Sí, todo era incierto puesto que ni el más optimista podría haber proyectado lo que iba a acontecer en las horas venideras. Todo estaba en contra. A saber,  Chile – por muchos considerado el país más conservador de América latina- posee un notable historial de censura en el ámbito artístico. ¿Algunos ejemplos a tomar en cuenta?

Bandas como Iron Maiden o Deicide y la película “La ultima tentación de Cristo” de Martin Scorsese. Todos ellos contaron con la negativa de las iglesias y sus fieles, con argumentos tales como el fin de la moralidad, perdida de los valores, promover el pecado y corrupción de la sociedad, entre muchos otros más. Prohibiciones y censuras realizadas en democracia.
Con estos antecedentes pensar en la visita de Tunick y consideración otros factores como: el frio intenso que recorría la capital, la final del mundial de futbol Corea Japón (entre la verdeamarela y el seleccionado teutón) y la ferviente oposición de grupos religiosos, en su mayoría evangélicos, que se reunieron alrededor del parque forestal hacían peligrar el éxito del evento.

EL DÍA D


La performance  era una apuesta del todo o nada para los organizadores, particularmente para Francisco Brugnoli, director del museo de arte contemporáneo (el cerebro detrás de la visita de Tunick a nuestro país ) y para la propia sociedad chilena, quien miraba y apostaba expectante sobre lo que finalmente, más que una intervención artística, termino siendo un experimento social.

Se acercaba la hora, los cálculos más optimistas por parte de los organizadores era que llegaran unas cuatrocientas personas, número al que Tunick logro convocar en su visita a Buenos Aires, instancia previa a Santiago.

Sin embargo, grande fue la sorpresa que se llevaron cuando vieron como una masa se comenzaba a desnudar, según cifras oficiales se congregaron más de cinco mil compatriotas en el parque forestal, todos dispuestos a inmortalizar fotográficamente un momento nunca antes visto en el país.

La tónica fue de algarabía y complicidad, todos se hacían parte de algo histórico. Pero cabe preguntarse, ¿Era esta una manifestación artística-cultural o simplemente una fiesta del libertinaje? Evidentemente esta pregunta tendrá su respuesta dependiendo del prisma con el cual cada uno lo vea y T.F.T lo deja a su libre albedrio.

EFECTOS 


Si bien la fotografía está considerada y reconocida como arte, ¿Es artístico fotografiar a una masa de personas desnudas? ¿O simplemente una excusa para fomentar el morbo de las mismas?
Por lo mismo, la “performance” de Tunick paso a ser algo más que el simple hecho de retratar a los chilenos con traje de Adán y Eva, se convirtió en un catalizador en el cual cada persona que asistió lo hizo con motivos y fines distintos.

Algunos manifestaban su expresión de libertad tras tantos años de dictadura, otros hacían propia esta fiesta en un país carente de las mismas, otros tantos no le dieron muchas vueltas a lo que era, un simple acto de arte.

Lo cierto es que nuestro querido Chile, es un país pacato, cínico y con una moralina bastante singular. Para algunas cosas somos sumamente liberales (véase sistema económico), mientras que para otros temas somos de lo más cartuchos que hay.

Todos jugamos con ese doble filo y no tenemos problemas en criticar a los demás, sin ser capaces de ver la viga que tenemos en nuestro propio ojo.
 Como no recordar la “casa de vidrio”, esta intervención artística realizada en Santiago con el nombre original de “Nautilus, casa transparente” financiada por el FONDART. En esta particular casa, una actriz realizaba una vida normal a vista y paciencia de todo aquel que por “curiosidad” quisiera contemplarla.

En esa ocasión también surgieron críticas por parte de sectores conservadores, otros artistas y también de personas comunes y corrientes, quienes consideraban esta intervención una falta a la moral y las buenas costumbres. No obstante el  número de voyeristas pareció ser mayor al de los críticos, o al menos suponemos esto, ya que cada vez que la actriz se desnudaba para tomar un baño lo hacía bajo la mirada de decenas de ojos compatriotas.

Otros ejemplos son los que podemos encontrar en la televisión y cine nacional. Los buenos números de rating del programa “Infieles” en la pantalla chica, y las películas nacionales en las que abunda el desnudo (considerado de forma personal como sin contenido). Alguna vez escuche a un grupo de personas hablando este tema y “apostando” a que actriz iba a mostrar sus glándulas mamarias en la siguiente película.

Es entendible la posición de los grupos contrarios a estos tipos de intervenciones. Chile no posee una “cultura” del desnudo. Por tanto toda acción destinada a generar este campo cultural siempre va a estar prejuicada.

Sin embargo debemos ser capaces como sociedad en vías de desarrollo (y orgulloso miembro de la OCDE) de generar estos campos, y la pregunta que cabe hacerse es ¿Cómo metemos la puntita a un tema tabú como es el desnudo? ¿Debemos empezar por exposiciones de pinturas en museos? ¿O hacerlo de manera masiva en espacios tan comunes como un parque? Sea usted, estimado lector, quien decida.


Por Nicolás Pérez







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